A veces, es tanta la profundidad y la intensidad que parece que es Dios quien te habla.
El otro día estaba escuchando una canción en YouTube y las palabras introductorias que pronunció el autor me llegaron al alma.
Existen ocasiones en que, por circunstancias, determinados mensajes llegan a lo más hondo de nosotros y se revelan en toda su profundidad y su verdad.
Puede que sean cosas que ya sabemos, o que ya hemos oído, pero que en determinados momentos nos impactan con toda su trascendencia, su belleza y su verdad.
Puede ser de noche, en el silencio de nuestro ser, o contemplando la majestuosidad de un lago, o abrazando un árbol, o mirando a los ojos de alguien amado. Si estás en el momento adecuado, el mensaje te llega, te transforma, te impacta, te sacude, te expulsa de la realidad ordinaria y te instala en el espacio vacío y sin adjetivos de la verdad profunda y sin forma.
Esto es lo que mi autor dijo:
De todos los poderes que ejercen influencia sobre nosotros a lo largo de nuestra vida, al menos para mí, el amor ha sido el más poderoso de todos ellos.
Según la población va creciendo, nuestro planeta se queda más pequeño y más pequeño. Es por tanto muy importante que todos aprendamos a amar y aceptar al otro, y cuando eso no sea posible, al menos aprender a tolerarnos.
Yo aprendí esa lección tan valiosa de modo muy temprano en mi vida, a causa del cambio de culturas.
Salí de Grecia a los Estados Unidos cuando era muy pequeño, y hasta el día de hoy la gente me sigue preguntado si soy griego o americano.
Lo que yo soy es un ser humano, tal y como todos los demás, y después de eso seré griego, o americano, o chino, o hindú, o lo que sea.
Debemos entender y darnos cuenta de que hay tantas maneras de vivir la vida como personas existen en este planeta.
Hace 2.500 años Sócrates dijo que el ser humano perfecto sería todos los seres humanos puestos juntos. Un ser humano colectivo, un nosotros, un todos nosotros juntos es lo que hace la perfección.
Al poco de escuchar ese mensaje, y como si mi espíritu demandara más, leí en un libro algo que también me impactó.
Era algo muy sencillo, pero tremendamente revelador. Simplemente hablaba del alma como la parte de nosotros que no está dominada por la necesidad de hablar.
La parte de nosotros que no está dominada por la necesidad de hablar.
Me pareció maravillosamente significativo. No podría haberlo definido mejor.
¿Lo has experimentado alguna vez?
Hay una parte de nosotros que quiere y necesita hablar, expresarse, discutir, argumentar, quejarse, justificarse, preguntar, consensuar, explicar… Es el ego, la máscara, el papel. La parte externa de ti que se relaciona desde el exterior con el mundo de todos los días.
Pero luego está la porción de nosotros que no necesita justificaciones, ni explicaciones, ni respuestas, porque reside en la perfección, en el vacío donde todo tiene cabida, y donde todo está bien, y donde todo simplemente existe y es.
Es el espacio en el que mora la verdad de lo que realmente eres. La parte de paz y silencio que hay en ti, la parte que acepta incondicionalmente y que no necesita respuestas porque no tiene preguntas.
Humildemente tengo que decir que he sentido atisbos y vislumbres de esa parte de mi ser en determinadas ocasiones y es lo más sublime que puedes experimentar.
Te invito a descubrir esa parte de ti y a morar en ella. Es la verdad de tu ser y es lo que siempre has sido y seguirás siendo.
De eso hablo cuando en ocasiones me refiero a alejarse del ruido y morar en el silencio.
A estar en ese espacio de verdad en el que sobran las palabras.